martes, 4 de octubre de 2016

Viejos y nuevos empleos: ¿estamos calificados? Parte 2

Destrucción y creación de empleos y el nuevo paradigma educativo

En la primera parte de esta nota hemos visto el punto de partida en la Argentina con el drama de las recientes mediciones de pobreza e indigencia; la perspectiva de un drástico cambio de paradigmas con la aparición de las tecnologías disruptivas; los avances, pero a la vez, dilemas que planteará el desarrollo de la inteligencia artificial en todas sus manifestaciones; la puesta en jaque de los actuales contenidos educativos y el enorme desafío que representa un sistema diferente de capacitación para los nuevos empleos que aparecerán en el futuro.

La misma revista Mercado dice, en otro artículo reciente, que los avances tecnológicos destruirán 7 millones de empleos y crearán 2,1 millones para 2020Pero es posible que los que pierdan su empleo carezcan de las habilidades necesarias para competir por los nuevos empleos.

Es posible que los que pierdan su empleo carezcan de las habilidades necesarias para competir por los nuevos empleos.

Y lo dice sobre la base de un estudio sobre “El Futuro del Empleo” del Foro Económico Mundial (el conocido Foro de Davos), que prevé que 5 millones de puestos de trabajo netos se perderán antes de 2020 a manos del avance de la inteligencia artificial (IA), la robótica, la nanotecnología y otros factores socioeconómicos que reemplazarán la necesidad de los trabajadores humanos.

La denominan la “tormenta perfecta” que se abatirá sobre el empleo o “el desastre de la Cuarta Revolución Industrial”. Plantea, por ejemplo, que en el futuro todos los puestos intermedios de oficina son inciertos.

Esos mismos avances tecnológicos también crearán 2,1 millones de nuevos puestos de trabajo. La mayoría de ellos estarán en áreas más especializadas como la informática, las matemáticas, la arquitectura y la ingeniería.

El estudio plantea que hay 6 factores que determinarán el futuro del trabajo:

1.- La disrupción tecnológica interactuará con otras variables socioeconómicas, geopolíticas y demográficas para generar una tormenta perfecta que hará que el mercado laboral salte por los aires.

El desarrollo tecnológico en campos previamente inconexos como la inteligencia artificial y el aprendizaje por refuerzo inverso, la robótica, la nanotecnología, la impresión 3D, la genética y la biotecnología, se está interconectando y amplificando entre sí.

Paralelamente a esta revolución tecnológica, se están desarrollando ya un conjunto de cambios socioeconómicos, geopolíticos y demográficos más amplios, como el auge del teletrabajo, el aumento de la clase media en los mercados emergentes o el cambio climático, que en conjunto suponen un impacto casi equivalente al de los factores tecnológicos.

2.- Habrá nuevos oficios, pero no será suficiente. Durante toda la historia de la humanidad los avances tecnológicos han acabado con determinados empleos y han creado otros, pero en los años venideros la destrucción de profesiones va a ser mucho mayor que nuestra capacidad para crear otras nuevas.

Los cambios tecnológicos y demográficos destruirán más de siete millones de puestos de trabajo antes de 2020, dos tercios de los cuales serán rutinarios trabajos de oficina, como la mayoría de roles administrativos. También se espera que sufran mucho los empleados en procesos de fabricación y producción, y muchas de las habilidades actuales que trabajan en la industria de la construcción. Pero estos tienen un poco más de margen para mejorar su cualificación, por lo que podrán optar a una reconversión, si reaccionan a tiempo.

Como contrapartida, se crearán también dos millones de nuevos oficios en campos relacionados con la informática, la matemática, la ingeniería y la arquitectura, pero basta hacer una sencilla resta para ver que no serán suficientes. Más de cinco millones de personas se irán al paro para siempre.

3.- Quien no estudie ciencias tendrá dificultades. Tres tipos de trabajo acapararán gran parte de las nuevas contrataciones en los tiempos venideros, en casi todas las industrias y países.

Uno es el rol de analista de datos, que las empresas potenciarán esperando que el manejo de la cada vez más voluminosa información disponible les ayude a generar estrategias con las que sortear la disrupción tecnológica.

Otro es el empleo como agente de ventas especializado. Estos comerciales tendrán que explicar las nuevas ofertas de las compañías a sus clientes, que no van a estar familiarizados con sus servicios.

En último lugar, las empresas necesitarán un nuevo tipo de directivo que pueda orientar a la compañía a través de todos estos cambios y disrupciones.

Los expertos consultados creen que la mayoría de estos puestos requerirán una formación en ciencia, tecnología, ingeniería o matemática (el tipo de habilidades que los expertos agrupan bajo el acrónimo STEM). No parece, por lo tanto, un buen momento para estudiar una carrera de Humanidades (aunque hay quienes piensan justo lo contrario).


La mayoría de estos puestos requerirá una formación en ciencia, tecnología, ingeniería o matemática.

4.- Las empresas no cubrirán todos los puestos. Ya dijimos que, según el informe, dada la disrupción general que experimentarán todas las industrias, no es de extrañar que aumente la demanda de informáticos, matemáticos, arquitectos e ingenieros, así como la competencia entre ellos. Pero dado que no todo el mundo puede desempeñar su rol, habrá muchos puestos imposibles de cubrir, pese a los enormes niveles de desempleo. 
Encontrar maneras de retener a los mejores talentos será una prioridad para todas las empresas y los roles serán cada vez más especializados, haciendo que sea más difícil cubrir los puestos si las habilidades y la educación de los trabajadores no evoluciona.

5.- Todos tendremos que reciclarnos. En casi todas las industrias, el impacto de la tecnología acortará la vida útil de las habilidades de los trabajadores, que tendrán que formarse durante toda su vida. Es más, en este nuevo entorno, los cambios en el modelo de negocio se convierten de forma inmediata en un cambio de las competencias demandadas, sin apenas tiempo de transición. Incluso en los trabajos cada vez menos demandados se requerirán habilidades inexistentes hasta la fecha.

Más adelante veremos ¿cuánto dura lo que sabemos?

Las 10 habilidades más demandadas ahora y dentro de 5 años
En 2016
En 2020
1
Resolución de problemas complejos
Resolución de problemas complejos
2
Coordinación con otros trabajadores
Pensamiento crítico
3
Gestión de personal
Creatividad
4
Pensamiento crítico
Gestión de personal
5
Negociación
Coordinación con otros trabajadores
6
Control de calidad
Inteligencia emocional
7
Orientación al servicio
Juicio y toma de decisiones
8
Juicio y toma de decisiones
Orientación al servicio
9
Escucha activa
Negociación
10
Creatividad
Flexibilidad cognitiva



6.- Una lenta reacción agravará el problema. La amenaza de la automatización puede convertirse en una profecía auto cumplida si empleados y empleadores no abordan el problema desde hoy mismo. Según el informe de Davos, si no nos anticipamos a la amenaza, tendremos que estar dispuestos a pagar un altísimo costo económico y social. Y los líderes empresariales no están actuando de forma contundente para prevenir el desastre.

Si no nos anticipamos a la amenaza, tendremos que estar dispuestos a pagar un altísimo costo económico y social.

Sólo el 53% de los directores de Recursos Humanos consultados para elaborar el informe confían en la estrategia de su empresa para enfrentarse los próximos años a los cambios en el mercado laboral. Al mismo tiempo, los trabajadores menos cualificados podrían sufrir un despido sin ninguna posibilidad de reciclarse para desempeñar otra función.

Necesitamos una nueva mentalidad. Según los autores del informe, para evitar el desastre se debe apostar por una revolución del talento y las empresas, acostumbradas a ser consumidores pasivos de trabajadores talentosos, son las primeras que deben fomentarla si no quieren perder el tren del progreso.

Las empresas tendrán que apostar por el desarrollo del talento como pilar mismo de su crecimiento futuro. Más complejo es el papel que deberán cumplir los políticos, que deberán liderar un cambio en el sistema educativo y la regulación del mercado de trabajo, que llevan décadas de retraso en muchos países. Y a todos nosotros, como trabajadores, no nos quedará otra que desarrollar nuestro talento, abrazando aunque nos pese el aprendizaje permanente.

Los políticos deberán liderar un cambio en el sistema educativo.

Finalmente, la investigación insta a gobiernos y empleadores de todos los sectores a reeducar y recalificar a los trabajadores actuales para evitar esa crisis. Los gobiernos y las empresas deberán tomar acciones urgentes y específicas lo antes posible, para gestionar la transición a corto plazo y generar una fuerza de trabajo con habilidades a prueba de futuro. Solo así se puede hacer frente al creciente desempleo y la desigualdad.

Vaya un agregado por mi cuenta a las conclusiones y recomendaciones citadas del Informe de Davos. En nuestra Argentina (aunque creo que es válido para cualquier país) también tendrán que entender, y actuar en consecuencia, los sindicatos. Me refiero a sus dirigentes.

Con la posibilidad que les da tener cautivos a sus afiliados trabajan por la defensa de sus derechos, enfrentan a los dadores de trabajo con sus demandas, se ocupan de proveer satisfacciones de carácter social (medicina, hotelería, etc.). Y todo eso está muy bien, pero no se les ve reaccionando en el sentido de lo aquí expuesto, coordinando este fuerte cambio de paradigma e invirtiendo en la capacitación que pronto hará falta si quieren que sus protegidos sigan teniendo trabajo.

Un ejemplo simple que me contaron hace poco: en la industria de la construcción, especialmente en la obra pública, se utiliza mucha maquinaria vial, camiones, etc. La industria que los fabrica está incorporando tecnología y los choferes que deben manejar estos vehículos (con categoría formal de maquinistas) no saben hacerlo. Y muchos son rechazados por la empresa que necesita contratarlos. Las viejas palancas de cambio se están cambiando por “joystick”, los manómetros son digitales y no analógicos, tienen funciones a control remoto, etc. Son complejidades en máquinas de alto valor y nadie se las confiará a alguien que no las maneje bien.

Y los dirigentes sindicales demandan que se tome más gente y no están facilitándoles las nuevas habilidades que esa gente necesita.

Almacén automatizado manejado por un solo operario

Los sindicatos y sus dirigentes también deberán reaccionar y contribuir a la capacitación de sus afiliados para que puedan defender sus empleos o conseguir nuevos.

¿Cuánto dura lo que sabemos?
El talentoso tecnólogo argentino Santiago Bilinkis, de 45 años de edad, autor del libro “Pasaje al Futuro”, escribió hace unos meses para La Nación un artículo titulado “El desafío de desaprender”. Allí busca concientizarnos sobre la validez (aunque nunca estarán de más) de los conocimientos adquiridos, incluida la experiencia, y nos pone virtualmente en jaque a los que “creemos que sabemos”. Y nos dice:
“A través de la historia, la humanidad fue acumulando conocimiento de manera gradual y lenta. El ritmo al que el saber perdía vigencia era también lento y eso nos llevó a diseñar nuestra vida con una etapa inicial de aprendizaje que incluye unos 10 a 20 años de educación formal e informal, para luego dedicar el tiempo que nos quede a aplicar el saber adquirido en nuestra tarea profesional adulta

En esa segunda etapa, la mayoría dedicamos mucho menos tiempo a seguir estudiando y actualizar lo que aprendimos que en los años formativos iniciales. La aceleración del cambio de las últimas décadas está poniendo en jaque esta manera de encarar la vida.
¿En qué medida puede, por ejemplo, un médico formado hace 30 o 40 años ejercer su actividad de manera efectiva hoy? ¿Cuánto tiempo debería dedicar a ponerse (y luego mantenerse) al día al ritmo que se genera nuevo conocimiento? ¿Y cómo es posible compatibilizar esa gran inversión de horas con la alta demanda que ya implica su trabajo diario actual? 
La idea de estudiar una carrera durante 4 o 5 años de joven para adquirir el saber de nuestra profesión y luego trabajar de ella por el resto de nuestra vida empieza a resultar insostenible. Samuel Arbesman, en su libro “La vida útil de los datos”, estima que en la mayoría de las áreas la “fecha de expiración” del conocimiento no llega hoy a los 10 años”.

“El nuevo desafío más difícil que enfrentamos como adultos no es aprender. Es desaprender”.

Continuando con el ejemplo del médico, plantea que la medicina viene teniendo avances sorprendentes con muchas novedades sobre las que, inclusive, ni tenemos noticias  masivamente. Si nuestro médico de confianza vive trabajando muchas horas, yendo a uno o dos hospitales por día y en el resto del tiempo atiende a muchos pacientes en su consultorio, ¿cuándo tiene tiempo para actualizarse sobre adelantos que pueden ser vitales para diagnosticar y tratar a su paciente? ¿Acaso cuando vienen los visitadores médicos y lo anotician que hay nuevos medicamentos? ¿Acaso sólo cuando tiene la oportunidad de asistir a dos o tres congresos por año? Es evidente que eso no alcanza y nosotros no estamos en condiciones de examinarlo para ver si se ha actualizado lo suficiente.
“Todo conocimiento nuevo que adquirimos debe integrarse conceptualmente con nuestros saberes previos. Algunas novedades encajan fácilmente con lo que ya sabíamos y nos resulta rápido y sencillo incorporarlas, porque refuerzan nuestras creencias. Pero otras novedades chocan con algunas de las certezas que el estudio y la experiencia previa nos llevaron a adquirir y entran en conflicto con nuestra manera de ver el mundo. 
En algún sentido, como niños éramos un recipiente vacío, listo para ser llenado. Como adultos, estamos ya llenos de convicciones y prejuicios. Agregar contenido implica en ocasiones desprendernos de lo previo, renunciar a la comodidad que ofrece el terreno conocido”.
“El brillante psicólogo israelí Daniel Kahneman mostró con sus experimentos que la “resistencia al cambio” y la “preferencia por el statu quo” son dos sesgos cognitivos que están profundamente arraigados en el funcionamiento de nuestra mente.

Una vez que sabemos algo, nos cuesta muchísimo revisarlo.

“Como seres culturales que somos, tenemos el exclusivo privilegio de poder pelear contra nuestra naturaleza. Sólo a partir del esfuerzo consciente por volver a poner un signo de pregunta a nuestras certezas podemos encontrar el camino a desaprender y reaprender como modo de vida”.

El nuevo paradigma educativo

En este marco conceptual, y despertando en serio sobre lo que pasa y lo que va a pasar en materia de conocimientos y preparación para nuevos empleos y calificaciones, más vale que revisemos lo que estamos enseñando con nuestros contenidos educativos.

Si esto que estamos diciendo, más bien advirtiendo, es verdad o, aunque sea, se acerca bastante a la verdad de lo que se viene, por favor dejen de enseñar lo que están enseñando.

De qué le sirve al que estudia saber, y recitar de memoria, cuáles son los ríos de Europa, o todas las capitales de América, o la lista de todos los huesos del cuerpo humano. Ya no será necesario que nuestro cerebro guarde en su “disco duro” esta información, aunque sea de memoria y por un rato para rendir un examen. Todo esto estará guardado y disponible al instante en un chip, en la web, en la nube, o donde sea. Hoy alcanza con decir en tu Smartphone “OK Google” y preguntarle. Te contestará de inmediato.

Sin embargo, la creatividad, el ingenio, la estrategia, la habilidad en las relaciones sociales, no son tan fáciles de programar. De hecho, es muy difícil o casi imposible. Eso es lo que hay que enseñar: las herramientas para estimular y desarrollar estas habilidades.



Santiago Bilinkis decía, ironizando sobre los métodos actuales, que “basta de penalizar a los que se copian” en la escuela. Al contrario, los exámenes deberían ser a libro y copia abierta, porque no se trata de probar si se tiene la información “dura” sino de si se sabe qué hacer con ella.

No se trata de probar si se tiene la información “dura” sino de si se sabe qué hacer con ella.

Así que, más allá de los conflictos que el sistema educativo tiene, los salarios docentes y la infraestructura deficiente, se trata de un “borrón y cuenta nueva” en materia de contenidos. No se trata de “maquillar” una reforma, se trata de concebir todo de nuevo y cambiarlo de cabo a rabo. De lo contrario, para los nuevos empleos no habrá quien esté capacitado para ocuparlos.

Un chico que apenas termine el secundario (ni hablar si ni siquiera lo logra) o un universitario con este sistema, no tendrá cabida en este nuevo paradigma. No calificará y nadie lo tomará. Si no se cambia rápido, se pueden perder una o dos generaciones a las que les costará tener una salida laboral. Y aquí la pobreza será crónica.

Conclusiones

Muchas de las conclusiones, que podría resumir aquí, están dichas a lo largo de toda la nota. Por lo que me limitaré a finalizar con toda la energía de la que pueda ser capaz, y dependiendo absolutamente de la energía que todo el mundo quiera poner en entender y aceptar que estos cambios están en marcha.

El futuro de nuestras vidas, en especial la de los más jóvenes, dependerán de si somos capaces de modificar muchas de nuestras creencias para abrazar estas nuevas.

Hemos transitado todos los temas que van desde el dramatismo de la pobreza y la indigencia, a la necesidad de fomentar inversiones que creen nuevos empleos. Hemos intentado sensibilizar que la revolución tecnológica es vertiginosa y avanza exponencialmente a mayor velocidad que nuestro propio tránsito biológico.

Que lo que hoy estamos aprendiendo en las escuelas y en las universidades sirve para poco o nos servirá por poco tiempo. Que se impone un “barajar y dar de nuevo” en materia educativa, modificando los contenidos y todo el sistema de enseñanza, incluyendo la mentalidad de los funcionarios que deben planearlo y los docentes que deben aplicarlo.

Que ya están con nosotros la inteligencia artificial, la biotecnología, el manejo de la genética, la robótica. Que las fuerzas de la disrupción tecnológica destruirán empleos y no estamos capacitados para cubrir los que se crearán. Que es probable que la ciencia y la medicina logren prolongar la vida humana, pero que cada vez habrá menos oferta de empleo humano.

Que los empresarios, los políticos y los dirigentes sindicales tienen la responsabilidad primaria de impulsar la difusión y las acciones necesarias hacia el resto de la población. 

Que el uso masivo de las “máquinas inteligentes” planteará dilemas éticos, legales y sociales que hay que prepararse para resolver.

Parece que vamos hacia un mundo donde la gente vivirá más años, pero que tendrá o podrá trabajar menos. Que las máquinas harán las tareas físicas y los cálculos por nosotros, pero habrá que diseñar un sistema donde la riqueza generada derrame sobre la gente, que será mucha mayor cantidad y habrá que alimentarla, viviendo en una suerte de “estado de bienestar” donde la pobreza ya no exista.

Como dijo un conferencista hace poco: estas cosas hacen que “se te vuele la cabeza”. Te da la sensación que sólo estás recordando alguna película (calificada como fantasía o ciencia ficción). ¿La habrá imaginado un soñador o alguien con capacidades premonitorias?

Cuando estos “planetas”, que parecen contradictorios, se choquen me pregunto ¿qué hará la Naturaleza? Porque la historia de nuestro mundo, millonaria en años, nos ha enseñado que, más tarde o más temprano y en su sabiduría, busca poner las cosas en su lugar.

Espero haberte ayudado a pensar. O mucho mejor que eso, a estimularte para que te prepares, vos y tus hijos, para lo que está pasando. Como se suele decir, el futuro es ahora.

Creo que la disyuntiva es “de hierro”: o te lo creés o te podés quedar afuera.







No hay comentarios:

Publicar un comentario